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lunes, 25 de enero de 2010

500 millones de razones para saber español

Publicado por Fuente en 16:51 0 comentarios

(Publicado por elpais.com)

Muchos extranjeros en Benidorm, si se les pide que digan las palabras que conocen en español, dan una misma respuesta: "fiesta", "siesta", "paella". Si esa pregunta se hace en la sala de reuniones de una multinacional o un organismo internacional, muchos podrían citar casi el diccionario entero. El español, tercera lengua más hablada en el mundo, es la segunda más usada en los negocios. El inglés es la llave de Estados Unidos, del norte de Europa... pero la llave de América Latina tiene una Ñ.

Es el idioma oficial de una veintena de países. En la actualidad, casi 500 millones de personas saben hablar español. Esto hace que sea una lengua muy atractiva a la hora de hacer negocios. Hay 500 millones de posibles clientes, y una importante parte de ellos, cada vez con mayor poder adquisitivo. Ángel Martín Municio fue el primero que en 2003 cuantificó el valor del español. Dedujo que aporta más del 15% del PIB a este país. Es decir, en 2009 más de 37.000 millones de euros llegaron gracias al idioma de Cervantes. Según una investigación de la Fundación Telefónica, usar el mismo idioma multiplica por dos o tres veces la cuota de mercado de España en las exportaciones de países hispanohablantes.


"En Internet, la presencia del español ha crecido un 680% en cuatro años. El interés por estudiarlo aumenta cada día. En buena parte, gracias al crecimiento de América Latina", explican en el Instituto Cervantes. Esta institución tiene cursos específicos de español para los negocios. "Donde más éxito tienen es en los países de la antigua Europa socialista. Por la relación que hay con España, especialmente en construcción y obra pública", comentan. También porque en estos países algunas compañías empiezan a hacer las Américas.


El español no es sólo un idioma en auge para los negocios, sino que su auge es un negocio es sí mismo. Existe un nuevo turismo demandado por extranjeros que vienen a España a estudiar español, que desde 1995 se ha incrementado a un ritmo aproximado de un 10% anual. En 2006, unos 150.000 de turistas de este tipo viajaron a España y se dejaron 255 millones de euros.


"La enseñanza de español de negocios, sin embargo, está aún un poco en pañales", asegura Antonio Rodríguez. Es el responsable de un curso de esta especialidad para docentes que acaba de poner en marcha la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. "La demanda crece. Hay que preparar a los profesores", reclama.


Elodie Vessieres, francesa de 27 años especializada en dirección turística, fue una de las visitas lingüísticas que recibió Valencia el pasado año. "Para el currículo es muy positivo tener experiencias en el extranjero, porque demuestra que eres independiente, curiosa... Y además, cuando estudias español en España no sólo aprendes palabras. Aprendes cultura y formas de relacionarte allí", justifica. Esto, para hacer negocios, ayuda tanto como el más amplio de los vocabularios. -


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miércoles, 13 de enero de 2010

Fórmulas de tratamiento, ortografía y entonación

Publicado por Fuente en 16:50 0 comentarios

(Publicado por cronicadelquindio.com)


Así como suena extravagante la expresión “Yo sé que tú te vas y que usted no se vuelve a acordar de mí porque así sos vos”, también resulta inaceptable la fórmula ortográfica del personaje que al ir por lo calle comiéndose una zanahoria, al caérsele, reflexiona y exclama: “Me están pensando por S, debe ser la tal Cecilia”.

Si lo anterior se complementa con el mal llamado “dialecto” (queriendo decir entonación o tono al hablar) de tantas personas descuidadas con la forma de expresarse, entonces el problema se acentúa más aún. Respecto de las fórmulas de tratamiento, sólo existen tres: Vos, Usted y Tú, las cuales no deben mezclarse jamás, para evitar caer en terrenos prosaicos.

El “voseo”, o tratamiento de vos, que antes se utilizaba para dirigirse a determinados personajes como el presidente de la República, dignidades del Estado o altos jerarcas de la iglesia, constituyó una forma de comunicación que con el tiempo se generalizó hasta el punto de llegar a ser característica del habla callejera.


En cuanto a la fórmula de “usted”, por ser la más común y de fácil manejo, no requiere de aclaraciones adicionales. Para lo que sí se necesita adiestramiento es para “tutearse”, ya que es común escuchar un pronombre personal o un sustantivo en esta forma de tratamiento, seguido de una conjugación verbal que no le corresponde, como : “Y usted, qué opinas?”, o lo que es peor: “Y usted, qué opinás?”


Respecto de la ortografía, luego de superar la vieja época de los versos, como aquel que para enseñar el uso de la J, decía: Teje, maneje, no se empendeje, deje de joder”, ante la supresión del estudio del latín (60% del español) y del griego (30% del español), como lenguas básicas de nuestro idioma, así como la abolición del estudio de sus respectivas raíces o lexemas de los currículos escolares, la alternativa más práctica que queda es la de observar con detenimiento el estilo de quienes escriben con responsabilidad, o detallar los usos comunes y corrientes, como este aviso de tránsito, “Ceda el paso”, (conjugación del verbo ceder), o este otro en un almacén de telas: “Seda, a $ 5.000,oo el metro”, (sustantivo).

Por tanto, así como se exige utilizar solamente una forma de tratamiento, se aconseja aprender ortografía de manera visual, mientras se recomienda tener mucho cuidado con la entonación al hablar, de tal manera que se adopte un tono neutro, es decir, que no corresponda a ninguna parte: ni paisa, ni pastuso, ni costeño, ni caleño.




lunes, 4 de enero de 2010

El sostén y el participio

Publicado por Fuente en 16:06 0 comentarios

(Publicado por elpais.com)

Hemos dejado atrás las amarguras y contrariedades de un año que a pocos les habrá parecido amable, pero quedan correteando algunas lacerantes viborillas que sería mejor desactivar, pero que, por desgracia, llevan el marchamo de la permanencia, porque se agarran a la estupidez, que es una condición muy humana. De un tiempo a esta parte aparecen en nuestro vocabulario palabras que han prendido en la moda usual. Antes solían ser expresiones cómicas, salaces, de malo, regular o buen gusto, que acaban en el olvido. Las personas muy mayores, mis contemporáneos, quizás recuerden que, para ridiculizar a una muchacha que tenía de sí misma un concepto diferente al de los demás, se la llamaba niña pitonga o niña gótica, que, por esos rebotes temporales, parece que hoy quiere decir el no va más de la vanguardia, la novedad y la cargante progresía. Es como rescatar el uso del jubón, las calzas y el miriñaque.

Creo más nocivas las incomprensibles libertades que se toman con el idioma español los políticos, escritores, periodistas y quienes se dirigen a un público amplio. En cuanto a mis queridos compañeros de profesión, se hace realidad la sentencia que les considera como gente que sólo lee su artículo, en el periódico, con exclusión de todo lo demás. El que quiera llamar la atención tendrá que recurrir al insulto de alto grado de virulencia, porque siempre habrá alguien que le envía el recorte.


Como si fuera un asunto personal he llamado la atención, muchas veces, hacia las incorrecciones escatológicas de decir que un asunto, unas negociaciones, una relación "hacen aguas", porque dicho en plural significa orinar. En singular, es la metáfora del barco que se hunde por algún boquete por donde entra el mar. Pues lo encontramos incluso en titulares. Otra manía recurrente es hablar del ojo del huracán, la evaporación del agua que da lugar a un espacio sin nubes y de sorprendente calma, dándole un sentido contrario al que tiene. No es extraño que algún plumífero aluda al "fusil de caza" empuñado por un delincuente furtivo, ignorando que se trata de una escopeta. Ni tiene remedio, por mucho que se insista, la ignorancia de una elemental norma que establece que dos negaciones equivalen a una afirmación: "El señor ministro asegura que no saldremos de la crisis hasta que no se reduzca el gasto". O sea, ¡a gastar, que son dos días!


La palabra mágica en nuestros días es sostenibilidad. El adjetivo sostenible es de reciente acuñación, aceptado por los nuevos académicos de la lengua, que están dispuestos a apadrinar cualquier sonido articulado, demostrando su celo al acudir a las sesiones, porque no tienen otra cosa mejor que hacer. Me consta, porque acabo de confirmarlo, que no existía oficialmente en castellano, así que no lo busquen en el Diccionario de 1984, penúltimo o antepenúltimo de los editados por la docta casa. A nadie sorprendería que en la barra de la cafetería alguien pidiera un cortado con un croissant sostenible. Es una bobada de general aceptación. Y, ya aceptado, aparte de la obviedad de que sostenible es lo que puede sostenerse, alargan la concesión al neologismo, referido a la economía, como aquello que se mantiene sin ayuda exterior ni merma de los recursos existentes. O sea, lo contrario de lo que se usa.


Presumimos de que nuestro idioma lo hablan más de 400 millones de personas, pero no es el que utilizamos, que cada día es más pobre e inexacto. Un buen amigo, harto de intentar difundir desde la cátedra el griego y el latín, se ha prejubilado en plena juventud y se dedica a preservar el idioma, consciente de que nada va a conseguir, y me envía un correo sobre las agresiones que recibe la lengua castellana. Tomo de sus esclarecedores mensajes buena parte de ellos, pues imagino que la finalidad es la difusión de la corrección en el empleo de ese instrumento con el que deberíamos entendernos, algo que no ocurre.


Restablece la norma según la cual existen los participios activos, derivados de los tiempos verbales, y ejemplariza con el participio del verbo atacar, que es atacante; de salir, saliente; de cantar, cantante; de existir, existente... etcétera. Se pregunta cuál es el participio activo del verbo, que es el ente, o sea, el que tiene entidad. Es lo que hace que cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad para ejercer la acción que expresa el verbo hay que añadirle la partícula ente.


Así, se dice presidente a la persona que preside, pero no presidenta, porque es independiente del género. Y multiplica los ejemplos que tomo literalmente: se dice capilla ardiente, no ardienta; paciente, no pacienta; dirigente, no dirigenta. Acusa, a lo que me sumo, no sólo del mal uso del lenguaje, sino de ignorancia de la gramática española a muchos políticos y periodistas, algo que debería descalificar tajantemente a quienes muestran esa ignorancia. Es como si un farmacéutico no supiera distinguir entre paracetamol y las compresas higiénicas. Ya lo sabe, entre otros, doña Esperanza Aguirre, que no es presidenta, sino presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid. En otros órdenes, sí estaba admitida la doble significación de algunas profesiones o estados: médica, esposa del médico o mujer que ejerce la medicina; abogada, etcétera.


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